Pintor mexicano n. en Guadalajara en 1688 y m. en México el 21 nov. 1756. Discípulo del gran Juan Correa, fue juntamente con su contemporáneo Manuel Cabrera el representante de la decadencia pictórica mexicana durante la primera mitad del s. XVIII, definida por la búsqueda de cánones estéticos y recetas plásticas de tinte rafaelistamurillesco y por el olvido de las creaciones europeas del momento. Aunque su maestro fuera Juan Correa, el origen de sus obras hay que buscarlo en la influencia de Murillo -a través posiblemente del pintor Juan Rodríguez Juárez)-, así como también su fuente de inspiración tenemos que entroncarla con Rubens, de quien toma sus composiciones y figuras adaptándolas a su peculiar manera. Conocido en su tiempo por el "Murillo Mexicano", se observan en su pintura ciertas cualidades no desdeñables, como son su pincelada suelta y ligera, sus rostros con carácter y un cierto sentido de la composición y simetría. Una serie de convenciones -dadas en parte por el contexto social en el que vivió y desarrolló su actividad-, un modelado débil en general, una aparatosa búsqueda de contrastes tonales y una reducción paulatina de su paleta, todo ello acentuado por las actitudes de los personajes de sus cuadros, afectados y teatrales, nos conducen, sin embargo, a un mundo de barroquismo grandilocuente y exagerado en extremo. Entre su abundante producción es necesario destacar su Autorretrato (Pinacoteca Virreinal, México), la creación que tal vez más nos manifiesta su sentido personal de la pintura, que junto con el retrato del Arzobispo de Manila, D. Carlos Bermúdez de Castro (Museo Nacional, México), nos hablan de la maestría de este artista en este género pictórico, apartándose en algo de las recetas «a priori» a pesar de ajustarse a la tipología tradicional; La Resurrección de Cristo (Pinacoteca Virreinal, México), donde la luz acusada da consistencia al modelado de las figuras; y en fin, tres lienzos del «Relicario de San José», en el Seminario de Tepotzotlán, representando La Huida a Egipto, El Tránsito de San José y El Patrocinio de San José, y las pinturas para el exterior del coro de la Catedral de Puebla, que, no obstante su decorativismo y convencionalidad -a veces en extremo-, son significativas dentro de su producción
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